La señora levanta el comal para poner más carbón.
-Me da dos más sin cebolla.
-¿De qué salsa joven?
-Una y una por favor.
Pone de vuelta el comal sobre el anafre. Un señor vestido con un desgastado traje gris a rayas, rasca sus bolsas para encontrar monedas y entrega a la señora ocho pesos.
-Le dije que sin cebolla –se dirige un poco molesto a la señora que le quita apurada los trozos de cebolla a las quesadillas.
-¿No te gusta la cebolla? Qué mamón. Ya ni se la quite seño, que aprenda a comer.
-No te estoy hablando a ti –recibe sus quesadillas ahora sin cebolla. Sin mirar a la señora, continúa- además porque me dices mamón si tú...
-Provecho – les dice el señor de traje a los dos muchachos. Recoge de la silla un periódico y lo guarda bajo el brazo. -Buenas Noches seño, hasta mañana.- Sonríe discretamente como intentando guardar un secreto que no puede ocultar del todo.
-Buenas noches -responde sin mirarlo la señora, limpiando sus manos en el mandil de pequeños cuadros azules.
Muerde su quesadilla. Está caliente. La masa deja salir un poco de humo que se confunde con el aire frío de la capital.
-Qué decías. ¿Que yo era más mamón que tú?
-Olvídalo –dice, y muerde de nuevo la quesadilla.
-¿Vas a ir a Palenque?
-No sé. Ando sin varo. Quienes van.
-El Peto, Rambo, Jiménez, Tortuga y Yo.
-Suena muy chido. Me late bastante. Cómo con cuanto la hago.
-No sé. A lo mucho dos mil pesos.
-No, pustá cabrón.
-¿Va a querer algo más joven?
-No seño, gracias. La cuenta por favor. –y dibuja en el aire un rayón irregular con una pluma imaginaria.
-Va a estar muy bien, salimos el Jueves como a esta hora.
-Yo les aviso. Pero la veo difícil. Tengo que regresar a Puebla. Pero deja ver si junto.
-Veintiocho pesos joven.
-Yo te invito. Tú ahorra para el viaje. –Paga la cuenta con un billete viejo.
-Órale gracias compadre...
Una señora de cabello corto con las puntas rubias y la raíz roja, estatura baja, dos dientes de oro y un suéter verde que cubre su figura esférica, aparece corriendo alarmada.
-¡Doña Espe, Doña Espe! –Agita los brazos. –Se tronaron a Edicktor.
Doña Espe se quita su mandil de cuadros y lo avienta a la silla donde está su sobrina de quince años con el vientre de niña embarazada.
-Dónde, Catita, Dónde.
-Aquí en la Mirto a dos calles.
Las dos mujeres corren, moviendo su figura de tortuga apresurada hacia la Mirto, donde un grupo de curiosos rodea la tragedia. Doña Espe voltea a ver a su sobrina.
-Ahí te encargo chamaca, no me tardo.
La sobrina responde en silencio, con la vista fija en el suelo. Sus ojos se cristalizan.
-Pinche ciudad. Está de la chingada vivir aquí.
-Sí, está cabrón. Y quién será el tal Edicktor.
La chamaca embarazada sabe que Edicktor es el papá del bebé que espera. Hace unos minutos estaba comiendo quesadillas, hurgando en sus bolsillos algunas monedas. La chamaca da vuelta a los pambazos. Tiene la certeza de que no verá nada más que eso el resto de su vida: Aceite chisporroteando en el mandil y tipos que dicen <
-Ni te contestó la chavita.
-Ni hablar. Yo creo que se hizo la sorda para no darme mi cambio. Qué onda pues, me hablas para ver si te animas.
-Sí, yo te hablo en la semana.
La sirena de una patrulla aparece en la escena del crimen, siempre hay una sombra violenta que escapa a la luz de la torreta. Edicktor en el suelo mira la noche de la ciudad, bañado en la sangre que expulsó su cabeza después de recibir dos disparos. Lo suben a la ambulancia en una bolsa gris. Las historias se tejen en las calles. Los muertos se mueren y los vivos también.
Puebla, Puebla, Febrero 2002