martes, enero 11, 2005

Anónimo en una pared de la calle

Hoy vi a una vaca sujeta a la parte trasera de una pequeña camioneta en ruinas. La vaca surgía grotesca como espejismo infame en las calles de la ciudad de México, agitando sus pesadas y torpes carnes, llenando de mierda de vaca el pavimento seco. Era una vaca que me recordó a la de Buñuel en La edad de oro. Al rebasar la embarcación fantasma sus ojos estaban volados, su cuello raspado por la soga, sobreponiéndose al esfuerzo del motor por arrastrarla a no sé cuál peor destino. Yo sé que siempre hay tragedias peores, sólo que hoy, mientras el día estallaba sobre la devastación de la ciudad esa pezuña inocente, esa vaca imposible, supe que el mundo era un lugar más triste y estúpido. Somos como esa luz de las estrellas muertas que por esas ecuaciones misteriosas de la luz aún podemos verlas; este lugar no existe, estamos todos muertos, pero aún no lo sabemos, aún no nos alcanza la verdadera luz de muerte.





martes, enero 04, 2005

Resaca de un sueño que no logro recordar

La sensación de haber perdido algo. Tal vez el no haber tenido nunca ese algo sino como un instante de revelación y claridad y creer con certeza que era la respuesta, la esfera de plenitud anhelada. En el mapa de los días, las coordenadas de la melancolía parecen establecerse con firmeza. Uno despierta y de pronto el mundo está ahí como si de verdad no tuviera la culpa y un sentimiento de tener el alma fragil se extiende como mariposa burlona en la mañana. Es un día de sol y enero. Hay algunos pájaros cantantando en el jardín. Es un día que ya ha existitdo tantas veces en mi memoria y eso parece alterar el curso del naufragio. Debería dejar de lado estos sueños que sin saber su contenido me despiertan terriblemente triste, con esa tristeza que viene cuando se pierde la inocencia. Perder la inocencia no es haber manchado la ropa blanca de la ingenuidad. Perder la inocencia es como estar desnudo y con frío, con ganas de cubrirse y con frío, con la seguridad de que nada será como pudo ser y con frío. Pero a esta reacción de los sueños y el amanecer de ese contacto doloroso entre las orillas del sueño y la falda de la realidad, le debe suceder un optimismo ingenuo, un optimismo que con suerte, podría dar la fuerza para cruzar la tarde con mejores perspectivas, un optimismo pues, lleno de buenos deseos y falsas promesas. Es complicado este asunto de vivir.