viernes, septiembre 23, 2005

Voz

Sí, mira, yo a veces quisiera despertar y tener algo en la cabeza, algo que me dijera por fin, eres un genio, entonces, abro los ojos y espero una voz o un pequeño incendio, pero no pasa nada, en vez de eso prendo la televisión y veo los anuncios de aparatos inutiles, y me imagino que hubo gente inventándolos y fabricándolos y anunciándolos y comprándolos y no le veo ningún sentido, entonces miro a otro lado y la ventana me revela un día soleado, pero yo no tengo ganas de salir, ni de quedarme en el cuarto y siento una especie de claustrofobia que me deja incluso peor que antes, no sólo sin ideas pero también sin fuerza.

miércoles, agosto 31, 2005

Alguna vez una madrugada

Temía que por llorar, el fuego poético que lo consumía se desvaneciera. Sólo llorar nos libra del dolor, lo apacigua y él sabe que su fuente es el dolor, que no sabría qué hacer, cómo levantarse por la mañana si el dolor hubiera escurrido. No podía permitirse el lujo de llorar. Llorar nos hace fuertes y sólo el débil puede cargar con el peso del dolor. Quería llorar, llevaba varios años a la caza de ese sentimiento, pero logró reprimirse, sacar de su garganta ese nudo que quiebra la voz, debo de escribir, no ponerme a llorar, se exigía demasiado, pero era la única razón por la que seguía vivo. En fin, que no lloró y tal vez, lo lamentaría mucho tiempo. El dolor sólo se lava con las lágrimas, es más limpio, cristalino, pero permanece, un poeta no depende del dolor sino del ritmo de la sangre que corre por su cuerpo, algunas veces, también, ayuda estar alegre y pensar “no volveré a escribir un verso”.

viernes, agosto 05, 2005

Poema de Yeats que abrió algunas puertas

¿Y AHORA QUÉ?

En la escuela imaginaron sus camaradas preferidos
Que llegarìa a ser hombre famoso:
Él también lo pensaba y respetó las reglas,
Sus años veinte de labor repletos:
<< ¿Y ahora qué?>>, cantaba el fantasma de Platón.
<< ¿Y ahora qué>>

Todo lo que escribió fue leído,
Y ganó después de algunos años
Dinero suficiente para lo necesario,
Amigos que han sido verdaderos amigos;
<<¿Y ahora qué?>>, cantaba el fantasma de Platón.
<<¿Y ahora qué?>>


Sus sueños más felices se realizaron:
Una casita antigua, mujer, hija e hijo,
Tierras donde crecían ciruelos y repollos,
Poetas y personas de ingenio se agrupaban en su
entorno;
<<¿Y ahora qué?>>, cantaba el fantasma de Platón.
<<¿Y ahora qué?>>


<>, pensó ya de anciano,
<;
Y que rabien los necios, yo en nada me desvié,
Algo llevé a la perfección>>;
Pero aún más fuerte cantó el fantasma:
<<¿Y ahora qué?>>.


En William B. Yeats 30 Poemas, Mondadori 1998

Contraflujo de una noche de verano

Volver a escribir para no decir nada. Es como tratar siempre de evitar el retorno y en ese giro descubrir que se ha vuelto. Días largos y extraños, Mayo 3 fue la última fecha en que escribí algo. Hoy es Agosto, hace calor, pero un calor terrible, de esos que penetran la piel, un calor que es más que temperatura, un calor para dejarte seco. Hace unos días en Oaxaca, cayó sobre mí la última piedra, las últimas defensas del reino. Pero no había vencedor, sólo piedras sobre piedras, y algunos gritos que se convirtieron en lamentos, risas cósmicas, movimientos telúricos del alma, todo era ceniza y brasas débiles. Volteaba para mirarme y no encontraba mi rostro. He dado vueltas al cuarto, he tropezado con fotos, con cartas, con recuerdos de todas mis vidas anteriores, esas que habitan el pasado y sabemos de ellas porque alguien nos platica, o porque en la esquina encontramos a una persona con su nombre y su cuerpo pero ya lejos de lo que fueron. Es imposible no bajar los brazos algún día. Tratar de ubicarse en el espacio tiempo. Hace un momento comencé a preguntarme ¿quién soy? ¿por qué los mismos errores, los mismos aciertos? Sería más fácil perder la memoria, desaprender lo aprendido, balbucear, no encontrar sentido en el pasado, ser una bestia que mira sólo al frente. Muchas cosas en la cabeza, en el cuerpo, heridas incurables. Amar y escribir. Dualidad de mi vida. Dónde quedaron los sentimientos, dónde se acomoda uno cuando de una dualidad sólo queda una parte, sólo escribir, todo escribir, la pasión de escribir, escribir para vivir, vivir escribiendo, imaginar, escapar a los mundos mejores o peores de las ideas, la creación, las trampas del arte o la fama. Podría no existir mañana, podría no escribir nunca más, bajar los brazos y vencer. Qué me ha traído hasta esta noche, quién me dijo que sería diferente, por qué escuchar y creer en uno, cuando dice, sé lo que hago, a dónde voy, por qué razón. Falso. Hoy citaría a todos los que he sido en mi vida y les haría varias preguntas. Ah! la sombra del fracaso, dirán algunos, pero les explicaré que llega un límite, una barrera tenue donde uno se encuentra curado de esos males, más allá, simplemente, encogerse de hombros, preguntar de quién son los abandonos, quién deja a quién en la caminata del tiempo, quién borra nuestro rostro y dibuja nuevas máscaras. Hoy, aquí, en el cuarto de mi vida, en esta ciudad de mi vida, me veo obligado a preguntar cómo llegué hasta esta noche, donde estoy lejos de todo lo que amo o cerca e incapaz de verlo. Debe ser eso, algo parecido a una ceguera, pero incompleta, una ceguera parcial, que sólo va dejando trazos del mundo y es necesario completar las piezas faltantes. Qué es el pesimismo sino un arma contra el tedio y el conformismo. Por qué a veces parecen tener razón los equivocados, de quién son las respuestas, quién posee las preguntas, una noche y se las guarda. Volver a la libertad. Mi vida ha tocado alturas inimaginables, he conocido éxtasis y clímax, y lo supe desde siempre, la caída es inevitable, caer para levantarse, con suerte, caer para caer definitivamente, caer para aprender que los caminos no son jamás iguales aunque sean los mismos, dudar de todo, a cada paso, dudar, dudar para ir siempre por encima, de lo que uno podría ser si no dudara. Amar y escribir. Volver a amar y a escribir. Volver a amar escribir, volver a escribir que amo, ya no sé, demasiado de lo mismo, los lugares comunes del amor, las vocaciones simples del matrimonio, la estabilidad, la pausa como estado, vegetar el alma, despreciar la pasión, el valor, la audacia, jugarse la vida en cada movimiento del cuerpo, en cada palabra pronunciada, atreverse al fracaso, a la desdicha, abrir los libros que tanto saben de nosotros, preguntar humildemente a las cosas correctas, a las personas adecuadas, y si está en el corazón de cada uno, buscar las manos que nos guíen por el misterio. He creído en utopías, me han dicho iluso, me han dicho de todo, pero no podría no creer cuando miro mi vida, los recuerdos de mi vida, cuando me levanto y aunque sé que todo está perdido, me dedico a buscarlo, a poner el empeño en lo imposible, la ingenuidad es otra arma. El tiempo me ha enseñado mi lenta maduración para los asuntos de la vida. Mi dificultad para moverme en el agua de una pecera que no acepto como única. Bastaría evocar para sentirme alegre, escribir como ahora un flujo imparable, pensar en la selva de Tulijá, en la tristeza pura, la cargada de esperanza, tratar de reconstruir olores, detalles pequeños como el color de las bancas de victoria park, pero cómo hacer que la vida sea más que un catálogo de viajes, un hermoso cartel con fotos que digan yo estuve aquí, pero nada más, estar sin ser equivale a no estar. Pararse en monumentos, abrazarse con los amigos, la familia, el amor, no sirve de nada, a veces me detengo en la vida de los otros y me pregunto, se tratará de esto, es de verdad la vida un entrar y salir de ciertas cuevas, tener miedo, envejecer la vida sin uso, por qué es tan necesario deber ser, por qué no un día rebelarse y decir, hasta aquí, la vida está en otro lado, buscar la muerte con amor, sonreír las pesadillas, burlarse de quien nos tiende la mano a cambio de nuestra libertad. Días extraños, como el libro de mi amigo y maestro. Alejandro, hace falta tu luz en estos días, en estas horas de incertidumbre, ofrecer tu mano a cambio de nada, una especie de brújula, si tienes, donde te encuentres, tíramela. Retornos, vueltas, grietas, personas amadas que se evaporan por la muerte, el desgano o el olvido, no llamar porque no nos han llamado, no buscar porque no hemos sido buscados, quejarse de la soledad habiendo tantos moribundos, las calles son largas, son la misma calle, son edificios y seres anónimos, habitar en la Internet, amigarse con las palabras de alguien, cómo amar así, cómo conformarse con un saludo pretérito, qué importa quién me lea, sólo quiero quejarme, escribir y descubrirme, ayudarme con luces que hay dentro de mí, no escribí hace mucho, he dejado de escribir tantas cosas. Escribir y amar. Volver. Ser estando. Negar las fotos, negar los recuerdos del pasado, todo habita aquí en este cuarto, este es el día de todos los días, no me pertenece la palabra, podría extrañarla toda la noche, podría pedir sus palabras a cambio de mis años, ah! venir desde tan lejos, para encontrarse tan tarde, pidiendo respuesta a las paredes.

lunes, mayo 02, 2005

Escrito hallado en una libreta verde

Mi habitación estaba como sumida en una zanja ajena al tiempo y desde ahí leía a Cortázar y a Roa Bastos o Carpentier sin darme cuenta que había llegado tarde al boom, pensaba estar entrando a una zona de la literatura por conocerse y no, todo eso estaba superado, la gente había aprendido a olvidar las letras y concentrarse en algunas frases y anécdotas más allá de lo escrito, convirtiendo al autor en la referencia y no al revés; cuando llegué a Argentina tiempo después, la figura de Cortázar era tan comercial como la coca cola o el dulce de leche y yo me sentí abatido porque en ese cuarto, en la alta madrugada yo bebía de la esperanza y del optimismo propio de los necios o los ingenuos. Estaba solo y lleno de algo que ahora, desde esta precisa zona del tiempo, desde esta grieta que al parecer es el presente y muy pronto terminará por desvanecerse, no existe ya, la inocencia, la utopía, me sirve ya para recordar que alguna vez fui otro y leía y llegaba siempre a tiempo a la literatura y algunas veces, a la vida.

viernes, abril 15, 2005

Insomnio que Aleixandre alimentó deliciosamente

Después de un rato de anemia poética, donde ni leer ni escribir me era posible, por esas particularidades del humor creativo para estancarse un día de pronto (porque leer también es crear) y dejarnos como abandonados. Esta situación me recordó lo fácil que es no ser quien uno cree ser. Hoy, en un día caluroso y nublado donde llovió toda la tarde, ya a punto de dormir, me puse a leer a Vicente Aleixandre y despertó de mi sopor al poeta que a veces he sido y me llené de versos, o mejor, exploté los versos contenidos que me estaban lastimando tanto, y las páginas se fueron llenando y esa otra voz que quién sabe de quién es, manaba imparable. Escribí nuevos poemas que poco a poco formaron una serie que titulé El libro de las búsquedas fallidas y luego corregí algunos poemas de un poemario que llamo Oscura mitad que reúne mis poemas de 1999 a 2003, hubo un momento en que me di cuenta de que el poeta de la otra voz había dejado de hablar y comenzaba a operar en mí el oficio (el incipiente oficio que he adquirido) y entonces dejé de escribir, me gusta más la voz del poeta que el del talachero.

Hace unos días, en una premiación en el INBA donde muchos van a lucir su figura de poetas, conocí a uno que me dijo "Podrán decir lo que quieran de mi poesía, pero no podrán negar que tengo oficio, soy un poeta de oficio" Yo prefiero ser un poeta de vocación y no de oficio, por eso guardé silencio y mejor escribí aquí esta perorata insufrible, todo para decir que me siento confundido y sereno y lleno de incertidumbre (buen caldo para poetizar) pero algo en el mundo es mejor, me visitó la voz de un poeta (malo o bueno, eso ya es vanidad innecesaria) pero un poeta auténtico que no tiene oficio y mucho menos beneficio.

(Aquí pongo un fragmento de lo que escribí, no está corregido ni revisado, acaso releído sin minucia, es un gusto por compartir esta impura corriente de mi sangre)

Del acontecimiento como forma del saber
De la ruta como mano de dios para guiar a los ciegos
De lo que alguna vez llamamos amor y hoy no está para pagar sus vidrios rotos
De la luna como espejo de los tontos y los devotos del lugar común
De los hombres que fueron alguna vez ellos mismos y no lo son más
De las mujeres cansadas de soportar el peso de la penetración en sus cuerpos milenarios
De lo que me duele y no he sabido librarme
Del temperamento de las calles y la rutina falible
De ti que ahora pareces existir sólo para que yo dirija estas palabras
De todo eso que nunca podrá decir mi voz y utilizo otra voz para decirlo
De mí que soy tú y yo que no soy ninguno
Y del insomnio y de la necesidad de no morir callado
Del suicidio que en el espejo que está a mi espalda parece tener labios de mujer
De todo lo que ya no soy y alguna vez tampoco fui
De lo que ya no podría seguir nombrando,
escribo aquí para aliviar tu noche más afortunada,
donde el día de mañana aún está por venir,
con los sabores que recogerás en la comida siguiente,
qué envidia, tener tanto de eso ahí enfrente,
mira como es odioso aquel
que ya sólo conoce del futuro su espalda.

miércoles, abril 06, 2005

Capítulo I de MIEDO (la novela que jamás concluiré)

I
En el funeral de su madre, Lucía se negó a vestirse de negro. Su cara desencajada del mundo era su verdadero luto. Rodrigo la reconoció instantáneamente. Nada había cambiado en su rostro que fuera distinto a lo que él recordaba. Sólo que ahora los años habían dejado huella y su expresión no ocultaba la historia de su vida, Lucía se podía leer con claridad, sobre todo para alguien que la conocía como él.
Rodrigo permaneció en silencio aguardando detrás de la gente que consolaba a Lucía. No quería ser visto. Nadie le llamó para invitarlo, aunque normalmente nadie hace invitaciones ribeteadas para los funerales, él esperaba al menos una llamada. Estaba ahí por cariño a la madre de Lucía, nada más. En el fondo siempre tuvo la esperanza de poder hablar con Lú, como le llamaba él en aquellos años que compartieron juntos.
Había pasado tanto polvo entre ellos que no tenía un guión escrito. Hay quien se prepara durante horas o días para encontrar a una mujer y conducirla premeditadamente al lugar que desea. Pero hay mujeres impredecibles y situaciones que van más allá del control temático de las charlas, ésta era una de ellas.
-¿Rodrigo, qué haces aquí?- susurró sorprendida una voz femenina que le tocaba el hombro derecho. Rodrigo, que seguía mirando desde la distancia a Lucía, volteó con cautela, previendo encontrar un rostro demasiado conocido como para sentirse cómodo.
-¿Verónica? –dijo Rodrigo mientras la muchacha de cabello castaño, rizado y corto asentía con gusto. –Estás igualita.
-Tú también, aunque con menos pelo.
-Sí, cada día me respeta menos el cepillo.
La mujer vestida de negro, lo miraba con los ojos llorosos. Una mueca de resignación y tristeza cubría por completo su expresión. Se limpio una lágrima imaginaria y preguntó con la voz limpia, como si el pañuelo hubiera limpiado también su garganta.
-¿Viniste por Lucía?
-No, vine por tu mamá, quería despedirme de ella.
-No te hubieras molestado. ¿Tuviste que viajar desde lejos no?
-No es ninguna molestia, no podía faltar.
-Ya nunca supimos nada de ti.
-Sí, ya sé, pero en ese momento decidí que lo mejor era alejarme de Lucía y de todo lo que me hablara de ella. Por eso me fui del país.
-Lucy te extrañó mucho... bueno, todos te extrañamos mucho.
-Nunca superé lo que me hizo.
-Creo que exageraste un poco.
-Ya es tarde para esta plática no crees. –Rodrigo tomó con suavidad la mano de Verónica. Estaban saldando la despedida que hace años no tuvieron.
-Tienes razón. –y Lucía apretó con fuerza la mano de Rodrigo.
Se quedaron mirando unos segundos y se abrazaron fraternalmente. A Rodrigo siempre le pareció que nadie abrazaba con tanta entrega como Verónica.
-Siento mucho lo de tu mamá. -susurró Rodrigo acariciándole la espalda de arriba abajo, lentamente.
Verónica guardo silencio. Pensando más en el abrazo de Rodrigo que en su pésame.
-¿Y Lú como está? –se separaron tomándose ahora de las dos manos, la escena del funeral continuaba sin prisas, una mujer dirigía solemne a un coro de señoras maduras rezando rápidamente y en voz baja, los demás lloraban en silencio.
-Creo que todo esto la ha afectado mucho. Tal vez siente que le faltó decirle algo, no tuvo tiempo de despedirse de ella –Rodrigo aprovechaba la plática de Verónica para mirar de soslayo a Lucía que miraba imperturbable en la tierra fresca, el nuevo rostro de su madre -estaba viajando, por su trabajo, claro, pero siente algo de culpa, cree que pudo hacer algo más por ella.
-Todos creemos lo mismo respecto a la muerte –contestó Rodrigo precipitadamente-pero la verdad es que nada se puede hacer, la gente se muere y ya, no debería sorprendernos llegar tarde, los muertos parecen tener prisa por irse.
-Tal vez, pero Lucy no piensa igual. –permaneció en silencio mientras escuchaba a Verónica, tal vez su respuesta había sido demasiado fuerte para un momento tan sensible y decidió aliviar la ruta de su imprudencia.
-¿Y tus hermanos? Sólo he visto a Quino.-dijo Rodrigo en un tono inocente.
-Sí, Quino anda por ahí con su esposa. Ramón se quedó en Bolivia, no pudo venir.
-¿Y Manú?
-Falleció hace tres años.
-No supe nada.
- Fue un accidente en la carretera. No quisimos que se supiera mucho. Viajaba con su amante.
De pronto quedó mudo. Demasiadas muertes para un funeral, pensaba. No era un buen momento para acercarse a Lucía. Tal vez esperaría en México unos días más y la llamaría, cuando las cosas estuvieran más tranquilas.
-Qué lástima. Era un tipazo. Tal vez el más simpático de todos tus hermanos.-alcanzó a decir sin mucho aliento. Verónica asintió.
Un hombre delgado, maduro y vestido de negro se acercó prepotente. Tomó a Verónica del brazo haciendo un gesto con sus cejas hacia Rodrigo. Saludo de funeral pensó.
-Mi esposo –dijo Verónica separándose con disimulada violencia de la mano que la sujetaba y sonrió apenada.
-Ángel Lemos para servirle señor...
-Rodrigo.
-¿Rodrigo? –preguntó Lemos esperando una respuesta más formal.
-Él es Rodrigo Ornelas. –apuró la formalidad Verónica
-Zurita Ornelas –corrigió Rodrigo en un tono seco.
-Un placer, ahora si nos permite... vamos a despedir a la Señora. ¿Verónica? –y volvió a sujetarla con fuerza del brazo.
-Me dio gusto verte Rodrigo. -Los ojos se le llenaron de tristeza, Verónica había perdido la luz que tuvo hace años, Rodrigo sabía que esas lágrimas no sólo eran por la pérdida de su madre, sino por la falta de alegría en su vida, ella siempre había soñado con un matrimonio ideal.
-Igualmente Vero. Sólo te pido un favor.
-Claro, lo que quieras.
- No le digas a Lú que me viste.
- Como tú digas, aunque sé que le haría muy bien hablar contigo. De todas formas, gracias por venir.
Rodrigo asintió con desgano, incomodado por la presencia desagradable de Ángel Lemos. Se puso los lentes oscuros que traía guardados en la bolsa del saco, mientras miraba alejarse a la pareja discutiendo con disimulo. Hay que ver el humor insoportable de la vida, pensó Rodrigo para sí mismo. Miró a Lucía por última vez y salió del cementerio como una sombra, recorriendo en su memoria los laberintos del pasado, pensando en como el rostro de Lucia había cedido al paso de los años.

Una madrugada viendo fotos

Uno es más de lo que recuerda haber sido y retomando una canción (Circle) deEddie Brickell and the New Bohemians:

"I quit. I give up.
Nothing's good enough for anybody else it seems.
And being alone is the best way to be.
When I'm all alone it's the best way to be.
When I'm all alone it's the best way to be.
When I'm by myself nobody elsecan say goodbye.
Everything is temporary anyway."

Y al final no llegué a ningún lado, es común esta sensación de seguir la luz de un faro que no existe, a quién no le ha pasado, a quién no le pasará algún día. Todos los que he sido soy y los que seré me aguardan impacientes, me están mirando ya en fotos aún no tomadas y mueven la cabeza en un gesto casi pleno y se repiten "everything is temporary anyway".

jueves, marzo 17, 2005

Capítulo inútil de una novela que jamás concluiré

VII

La señora levanta el comal para poner más carbón.
-Me da dos más sin cebolla.
-¿De qué salsa joven?
-Una y una por favor.
Pone de vuelta el comal sobre el anafre. Un señor vestido con un desgastado traje gris a rayas, rasca sus bolsas para encontrar monedas y entrega a la señora ocho pesos.
-Le dije que sin cebolla –se dirige un poco molesto a la señora que le quita apurada los trozos de cebolla a las quesadillas.
-¿No te gusta la cebolla? Qué mamón. Ya ni se la quite seño, que aprenda a comer.
-No te estoy hablando a ti –recibe sus quesadillas ahora sin cebolla. Sin mirar a la señora, continúa- además porque me dices mamón si tú...
-Provecho – les dice el señor de traje a los dos muchachos. Recoge de la silla un periódico y lo guarda bajo el brazo. -Buenas Noches seño, hasta mañana.- Sonríe discretamente como intentando guardar un secreto que no puede ocultar del todo.
-Buenas noches -responde sin mirarlo la señora, limpiando sus manos en el mandil de pequeños cuadros azules.
Muerde su quesadilla. Está caliente. La masa deja salir un poco de humo que se confunde con el aire frío de la capital.
-Qué decías. ¿Que yo era más mamón que tú?
-Olvídalo –dice, y muerde de nuevo la quesadilla.
-¿Vas a ir a Palenque?
-No sé. Ando sin varo. Quienes van.
-El Peto, Rambo, Jiménez, Tortuga y Yo.
-Suena muy chido. Me late bastante. Cómo con cuanto la hago.
-No sé. A lo mucho dos mil pesos.
-No, pustá cabrón.
-¿Va a querer algo más joven?
-No seño, gracias. La cuenta por favor. –y dibuja en el aire un rayón irregular con una pluma imaginaria.
-Va a estar muy bien, salimos el Jueves como a esta hora.
-Yo les aviso. Pero la veo difícil. Tengo que regresar a Puebla. Pero deja ver si junto.
-Veintiocho pesos joven.
-Yo te invito. Tú ahorra para el viaje. –Paga la cuenta con un billete viejo.
-Órale gracias compadre...
Una señora de cabello corto con las puntas rubias y la raíz roja, estatura baja, dos dientes de oro y un suéter verde que cubre su figura esférica, aparece corriendo alarmada.
-¡Doña Espe, Doña Espe! –Agita los brazos. –Se tronaron a Edicktor.
Doña Espe se quita su mandil de cuadros y lo avienta a la silla donde está su sobrina de quince años con el vientre de niña embarazada.
-Dónde, Catita, Dónde.
-Aquí en la Mirto a dos calles.
Las dos mujeres corren, moviendo su figura de tortuga apresurada hacia la Mirto, donde un grupo de curiosos rodea la tragedia. Doña Espe voltea a ver a su sobrina.
-Ahí te encargo chamaca, no me tardo.
La sobrina responde en silencio, con la vista fija en el suelo. Sus ojos se cristalizan.
-Pinche ciudad. Está de la chingada vivir aquí.
-Sí, está cabrón. Y quién será el tal Edicktor.
La chamaca embarazada sabe que Edicktor es el papá del bebé que espera. Hace unos minutos estaba comiendo quesadillas, hurgando en sus bolsillos algunas monedas. La chamaca da vuelta a los pambazos. Tiene la certeza de que no verá nada más que eso el resto de su vida: Aceite chisporroteando en el mandil y tipos que dicen <> sin mirar a la cara.
-Ni te contestó la chavita.
-Ni hablar. Yo creo que se hizo la sorda para no darme mi cambio. Qué onda pues, me hablas para ver si te animas.
-Sí, yo te hablo en la semana.

La sirena de una patrulla aparece en la escena del crimen, siempre hay una sombra violenta que escapa a la luz de la torreta. Edicktor en el suelo mira la noche de la ciudad, bañado en la sangre que expulsó su cabeza después de recibir dos disparos. Lo suben a la ambulancia en una bolsa gris. Las historias se tejen en las calles. Los muertos se mueren y los vivos también.



Puebla, Puebla, Febrero 2002

sábado, marzo 12, 2005

Breve descargo

Estaba cansado y una sensación de estar abatido me abarcaba por completo. Me puse a escribir, terminé un cuento que escribí hace unos meses en Buenos Aires, saqué de mí, libere, para decirlo mejor, esa sensación que les platico, más allá del cuento, por encima de la literatura y el mundillo literario y las editoriales y los celos de los incapaces y todo eso que hay detrás, que virtud, esta de poder escribir con uno mismo y mimetizar la tragedia propia en personajes maravillosos que se inmolan para dejarnos ir a dormir tranquilos. Extisten diferencias abismales entre un día de creación y uno de marasmo creativo, pero claro, amar y vivir pueden ser también, a su manera, formas artísticas de la creación.

jueves, marzo 03, 2005

Para los que llegan a las fiestas

Para los que llegan a las fiestas
ávidos de tiernas compañías
y encuentran parejas impenetrables
y hermosas muchachas solas que dan miedo
--pues uno no sabe bailar, y es triste--;
los que se arrinconan con un vaso
de aguardiente oscuro y melancólico,
y odian hasta el fondo su miseria,
la envida que sienten, los deseos;

para los que saben con amargura
que de la mujer que quieren les queda
nada más un clavo fijo en la espalda
y algo tenue y acre, como el aroma
que guarda el revés de un guante olvidado;

para los que fueron invitados
una vez; aquellos que se pusieron
el menos gastado de sus dos trajes
y fueron puntuales; y en una puerta,
ya mucho después de entrados todos,
supieron que no se cumpliría
la cita, y volvieron despreciándose;

para los que miran desde afuera,
de noche, las casas iluminadas,
y aveces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
o vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;

para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia
porque no serán consolados,
los que no tendrán, los que no pueden escucharme;
para los que están armados, escribo


Rubén Bonifaz Nuño
Los demonios y los días (1956)

miércoles, marzo 02, 2005

Los bellos demonios del austriaco

Otra vez fue Bernhard, desde la primera vez fue imposible soltarlo, este libro maravilloso, que retomé ayer CORRECCIÓN se llama, cada línea quería detenerme y apuntarla por todo lo que sugería, después me di cuenta que tantos deseos de apuntar lo que más me gustaba me llevaban más bien a desear haber escrito ese libro, como si alguien hubiera escrito la obra maestra que jamás escribiré, por qué me gusta tanto esta obra que podría parecerle a muchos un odioso círculo de palabras, es una de las novelas perfectas que conozco, los demonios de de Bernhard son los míos por momentos, son los de muchos:

"esos caracteres, o seres, lo que sean, como Roithamer (y como yo), realmente siempre desamparados, no son capaces de dormir, se duermen y despiertan, duranto toda su vida, pero no duermen nunca. Ininterrumpidamente tienen algo en la cabeza y en los nervios que no los deja dormir. Buscan durante toda su vida un remedio contra ese estado insoportable, pero no encuentran ese remedio, porque no hay ningún remedio contra esa enfermedad, que realmente no es otra cosa que una enfermedad mental. Todas esas personas de esa forma insomnes han nacido con esa enfermedad mental, tienen esa enfermedad mental ya de niños y, sean de la especie de Roithamer o de la especie de Höller, son incurables. Las noches, así Roithamer, eran siempre lo más horrible. Todo es, de noche, monstruoso, lo más insignificante, lo más inofensivo, de noche, monstruoso, lo más insignificante, lo más inofensivo, de noche, es monstruoso y no deja dormir a un hombre como yo, o como era Roithamer, o como Höller. Y con ese constante pensar en no poder dormir, en ninguna circunstancia, ese estado emepeora. Sentado en el viejo sillón, junto a la puerta, pensaba con qué diferencia y, al mismo tiempo, con qué indiferencia habíamos seguido, después de todo, nuestro camino... Partiendo de distintos puntos, posiciones, habíamos ido hacia un solo punto, el único aceptable, hacia la muerte."


Esto es lo que leí ayer, una parte de lo que leí ayer para ser precisos, y basta dedicarse a tres páginas de la novela para desembocar en uno mismo y aceptar lamentablemente los destinos a lo Roithamer o a lo Höller, o a los del amigo de Roithamer que narra toda esta historia, que sucede en Altensam, a orillas del Aurach y la novela tiene una descripción de su unidad, lo dice el mismo narrador, y por eso digo que es perfecta "De Altensam y todo lo relacionado con Altensam, con consideración especial del Cono" Cabe señalar la magnifica labor de su traductor Miguel Sáenz. Son varias las cosas por hablar del austriaco Bernhard y sus demonios austriacos que a fin de cuentas son universales y desoladores. Este libro es difícil de conseguir, acaso en España sea relativamente más accesible, yo sólo lo encontré en dos librerías en Buenos Aires y su precio era astronómico, pero creo que esta novela bien vale los euros que la inflan.


Datos del libro:

Título original: Korrektur
Primera edición: Suhrkamp Verlag Frankfurt am Main 1975
Primera edición en Editorial Debate: 1992 (es la edición que tengo) Madrid.
También está en Alianza Editorial.

martes, marzo 01, 2005

Vuelta a los libros

Volví a leer el Quijote, los últimos dos capítulos y recordé porque esta novela da tanto de qué hablar y por qué Dostoievski dijo alguna vez que era la novela más triste que él conocía. Ese último capítulo es la semilla del mundo moderno, no sólo de la literatura, sino de lo que habría de venir. Me gusta creer que los libros llegan a mis manos cuando es el momento correcto. Pueden pasar años en el librero antes de que los lea, otros llegan a mí por amigos o regalos y son lo que busco, uno de estos fue un libro de relatos de Somerset Maugham que me prestó uno de mis grandes amigos. Abrí el índice y me encontré con nombres llamativos, títulos de cuentos que me sugerían tantas cosas interesantes, de entre todos, escogí uno que lleva por título The fall of Edward Barnard, que sin exagerar es uno de los mejores cuentos que he leído y mu y propicio para enfrentar ciertos fantasmas de mi vida en el presente. Me dio la idea de traducir este cuento y algunos más de Maugham. Hace tiempo quería hacer traducción y con este libro de historias reunidas me animé. Otro libro de estos días fue La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa y varias lecturas sueltas, como me gusta leer, un poco de todo, comencé a leer el libro Ala impar una antología de poetas poblanas de la generación que comenzó a publicar en los 80, interesante a nivel crítico y poético. Me he sumergido en algunos relatos de Kafka y Borges y de los primeros cuentos del, en ese entonces, joven Julio Cortázar. Es hermoso leer, eso ya lo sabemos, pero es tan hermoso, al menos para mí, paladear lo leído en los días, recordarlo, dejar que exista y se haga parte de la vida misma, no sólo terminar el libro y cerrarlo y comenzar otro como si fueran objetos desechables, supongo que me gusta creer aún en esa quijotesca manía de llevar la pasión de los libros a la vida misma.

lunes, febrero 28, 2005

Ya parece una necedad

He pensado dejar de una vez por todas de escribir en este espacio. No faltan temas ni letras sino ánimos. Hay veces que uno se da cuenta de la vacuidad que suelen tener todas estas iniciativas. También ha faltado disciplina, pero esta batalla contra el tiempo me ha dejado casi en la inmovilidad. Mezclar la vida privada con los espacios tan públicos me ha dado demasiados problemas, creo que debería escribir cosas de verdad interesantes, recomendar los libros que me hayan gustado, las películas más interesantes, hablar de los proyectos literarios que se están forjando en Puebla, no sé, podría hablar de todo y seguir sin decir nada, es obvio y oficial, lo mejor de mis letras lo seguiré guardando para el lector anónimo que compre un libro anónimo de un escritor anónimo que soy yo y de ninguna manera podría ser yo.

martes, febrero 01, 2005

UN CUENTO YA MUY VIEJO

HISTORIA INÚTIL DEL PERSEGUIDO





La noche anterior llovió con fuerza. El terreno estaba húmedo y los cuerpos descomponiéndose en las veredas y el bosque eran ya un lugar común. Había un olor a gusanos satisfechos; la calma, a pesar de los presentimientos de desastre, era absoluta. Imaginé que por debajo de la tierra hay otro mundo al que parece no importarle la condicion violenta de la superficie, benditos los insectos y los seres infradesarrollados. Divagaba sobre las posibilidades de encerrar todos los mundos en una sola palabra cuando me descubri corriendo sobre el fango para escapar de las balas perdidas. Tenía la ropa hecha jirones, manchada de lodo y sangre, pegada a mi cuerpo como piel a punto de morirse por completo.

La primera bomba silbaba a mi espalda y las demas se sucedían como pasos furiosos del gólem de la violencia. Nunca pude entender quién, con gran ingenio, inventó las bombas parafraseando plagas que vienen del reino de los cielos. No sentía miedo, la adrenalina es un estado distinto. Sólo estaba desorientado, sin lugar a donde ir ni de donde venir. Los soldados, impecables con sus cascos tristes y los rifles humenates, no podrían alcanzarme ya. Nunca supe porque me perseguían, pero en el caos de este mundo siempre hay alguien persiguiendo a otro. En las guerras todos se persiguen con esta pregunta que se jamás se logra contestar. En este sentido el soldado en el frente viene a ser el enemigo propio, lejos de su casa, muerto de hambre y frío, persiguiendo a otro en las mismas condiciones, algo de conciencia gremial le daría un nuevo rostro a la guerra. Cuando alguien cree haber alcanzado la victoria, desarían haber muerto en la batalla, lejos de la persecución del fantasma inescapable del nihilismo. Tras la misión cumplida el soldado es un desecho.

Reanudé mi carrera, lejos de este región donde el mundo comenzaba a parecerme el peor de los lugares. Divisé un río bajando por el lado menos empinado de la montaña. El agua salvadora para llegar al otro lado. Es la ilusión de los ríos, como si dividieran en realidad dos orillas distintas. Ya el ruido se había convertido en silencio y aún yo no era conciente de esto –-el ruido en su máximo estruendo alcanza la tesitura del silencio. Los morteros seguían disparando y las balas de rifles mudos me atravesaban el cuerpo como pequeños mordiscos de pirañas. La angustia y el deseo de escapar se iban diluyendo con la aceptacion de la muerte.

Me tiré al agua y tuve una sensación de alivio en todo el cuerpo. Nadaba con los ojos cerrados, con todo mi alma puesta en los brazos y las piernas, sólo por el placer de agotar hasta que fuera posible el deseo de sobrevivir. El miedo se transformaba en pasión. No abrí jamás los ojos. Estoy seguro de haber hecho una mueca confundible con la sonrisa.

Recobre la conciencia de pronto. Me encontré parado en un pantano indescriptiblemente solitario; sin morteros, ni cascos grises o balas perdidas. Estaba exhausto y sucio. Tenía puesto mi traje roído y moribundo. Sentí una desesperación maldita por no saber como es la muerte, porque puede suceder que uno la confunda con la vida y eso sería todavía peor. Posiblemente había escapado o tal vez nunca me moví de este lugar. En cualquier caso, no tengo a donde ir . Daria todo por tener quien me persiga.



2001

martes, enero 11, 2005

Anónimo en una pared de la calle

Hoy vi a una vaca sujeta a la parte trasera de una pequeña camioneta en ruinas. La vaca surgía grotesca como espejismo infame en las calles de la ciudad de México, agitando sus pesadas y torpes carnes, llenando de mierda de vaca el pavimento seco. Era una vaca que me recordó a la de Buñuel en La edad de oro. Al rebasar la embarcación fantasma sus ojos estaban volados, su cuello raspado por la soga, sobreponiéndose al esfuerzo del motor por arrastrarla a no sé cuál peor destino. Yo sé que siempre hay tragedias peores, sólo que hoy, mientras el día estallaba sobre la devastación de la ciudad esa pezuña inocente, esa vaca imposible, supe que el mundo era un lugar más triste y estúpido. Somos como esa luz de las estrellas muertas que por esas ecuaciones misteriosas de la luz aún podemos verlas; este lugar no existe, estamos todos muertos, pero aún no lo sabemos, aún no nos alcanza la verdadera luz de muerte.





martes, enero 04, 2005

Resaca de un sueño que no logro recordar

La sensación de haber perdido algo. Tal vez el no haber tenido nunca ese algo sino como un instante de revelación y claridad y creer con certeza que era la respuesta, la esfera de plenitud anhelada. En el mapa de los días, las coordenadas de la melancolía parecen establecerse con firmeza. Uno despierta y de pronto el mundo está ahí como si de verdad no tuviera la culpa y un sentimiento de tener el alma fragil se extiende como mariposa burlona en la mañana. Es un día de sol y enero. Hay algunos pájaros cantantando en el jardín. Es un día que ya ha existitdo tantas veces en mi memoria y eso parece alterar el curso del naufragio. Debería dejar de lado estos sueños que sin saber su contenido me despiertan terriblemente triste, con esa tristeza que viene cuando se pierde la inocencia. Perder la inocencia no es haber manchado la ropa blanca de la ingenuidad. Perder la inocencia es como estar desnudo y con frío, con ganas de cubrirse y con frío, con la seguridad de que nada será como pudo ser y con frío. Pero a esta reacción de los sueños y el amanecer de ese contacto doloroso entre las orillas del sueño y la falda de la realidad, le debe suceder un optimismo ingenuo, un optimismo que con suerte, podría dar la fuerza para cruzar la tarde con mejores perspectivas, un optimismo pues, lleno de buenos deseos y falsas promesas. Es complicado este asunto de vivir.